PHOENIX.- Un inmigrante mexicano sobrevivió sin agua ni comida, y enfermo, durante 13 días en el desierto de Arizona, tras quedar rezagado del grupo en que viajaba para ingresar en Estados Unidos a fin de reunirse con su familia.
Jesús Chávez, de 32 años y oriundo del noroccidental estado mexicano de Sinaloa, cruzó la frontera por un punto al oeste de Nogales, Arizona, el pasado 16 de mayo junto con dos hermanos y otras nueve personas.
Todos se dispersaron e Ignacio Chávez, uno de los hermanos, se separó y se escondió con otro migrante. Jesús y su hermano mayor, Esteban Chávez, corrieron en otra dirección.
Un par de días más tarde, la Patrulla Fronteriza rescató a Ignacio y al otro hombre, luego de que ambos se sentaran al lado de una carretera y esperaran a ser salvados. Ignacio Chávez fue deportado el pasado 25 de mayo a través de la frontera de Mexicali.
Jesús Chávez y su hermano Esteban no tuvieron la misma suerte y siguieron caminando por el desierto. Jesús seguía quedándose rezagado y cada vez se le dificultaba más caminar.
Tres días después de que el grupo se dispersara, Jesús Chávez dijo a su hermano Esteban que lo dejara y fuera a buscar ayuda. “Es necesario encontrar ayuda ahora, no puedo más. Buena suerte hermano, espero que encuentres la manera de salir”, dijo Jesús.
Esteban le quitó la camisa y los zapatos a su hermano y le dejó pedazos de cactus a su lado para que pudiera succionar la humedad y tratara de mantenerse hidratado.
Mientras caminaba por el desierto, Esteban comenzó a dejar un rastro.
Enredó una camisa en el brazo de un árbol y talló una señal en un cactus, entre otras cosas que dejó a forma de claves para encontrar luego el camino de vuelta al sitio donde estaba su hermano enfermo.
Sin embargo, Esteban comenzó también a deshidratarse y rápidamente se perdió. Finalmente Esteban Chávez fue detectado por agentes de la Patrulla Fronteriza que lo rescataron y el pasado jueves lo deportaron a México a través de la frontera de Nogales.
Mientras tanto, Graciela Chávez, esposa de Jesús, había estado llamando al Consulado de México, y la Patrulla Fronteriza en busca de su esposo, con quien tiene 15 años de casada.
Su cuñado, Esteban Chávez, la llamó el día en que fue deportado. Sollozando, se disculpó y le dijo lo que había pasado.
Desesperada por lo que había oído, a la mañana siguiente Graciela voló a Tucson, desde Fresno, California, para ir a la estación de la Patrulla Fronteriza y rogar que buscaran a su esposo.
En coordinación con otras corporaciones y el Consulado de México en Tucson, la Patrulla Fronteriza envió helicópteros e incluso permitió que Esteban Chávez regresara de México para ayudar a buscar a su hermano extraviado.
La búsqueda se suspendió la noche del pasado viernes. Para entonces Jesús Chávez había estado en el desierto 13 días, siete de los cuales tuvo que pasarlos sin comida y sin agua.
La mañana del pasado sábado, horas después de que finalizara su búsqueda, un agente del sheriff del condado de Pima que conducía por un camino de terracería al suroeste de Tucson, encontró a Jesús Chávez al lado de la carretera. Estaba consciente, pero deshidratado.
Graciela Chávez, quien vio a su esposo en el hospital el pasado sábado, dijo a la estación de televisión KUVE de Tucson que el casi se daba ya por vencido, pero que el recuerdo de sus tres hijos que lo esperaban en Fresno lo mantuvo con vida.
Jesús Chávez había vivido en California desde que era adolescente pero fue deportado en 2007, dijo su esposa.
Jesús se ubicó entonces en Tecate, Baja California, donde Graciela y sus tres hijos, de 7 a 11 años de edad, solían visitarlo.
Sin embargo, una enfermedad de la hija mayor había impedido a la familia desde hacía cuatro años el acudir a visitarlo, por lo que él decidió arriesgarse y cruzar a Estados Unidos para reunirse con ellos.
Información: Excélsior