El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) transformó la producción agrícola mexicana. Ante todo eliminó las barreras que protegían la producción agrícola de la competencia internacional y permitió a partir de enero de 1994 la libre entrada del sorgo y el algodón proveniente de Canadá y de Estados Unidos. En enero de 1998, además, fueron levantadas las restricciones al ingreso de la soja estadounidense.
El tratado estableció un período de transición de 15 años, con cuotas para los productos sensitivos como el maíz, que concluyeron en 2007. La apertura del mercado norteamericano favoreció extraordinariamente la exportación de frutas y hortalizas mexicanas, sobre todo uvas, piñas y tomates frescos.
En la etapa previa al TLC, el gobierno del presidente Salinas de Gortari modificó la Constitución de 1991 para liberalizar los derechos de propiedad sobre la tierra agrícola, eliminando el sistema de ejidos, principal legado de la Revolución de 1910 para el campesinado mexicano.
El sistema ejidal otorgaba a los campesinos la propiedad de la tierra, pero no podían alquilarla, venderla o asociarse. De hecho eliminaba el mercado de tierras e impedía la capitalización de las actividades agrícolas, excluyendo a la inversión privada y al uso de crédito.
El sistema de ejidos convirtió a la agricultura en un sector ajeno a la economía de mercado, profundamente regulado y sometido al control estatal.
El acuerdo de libre comercio implicó un inmediato aumento de las transacciones internacionales por encima de la producción doméstica. Así, mientras el comercio internacional representó 23% de la producción doméstica entre 1990 y 1994, trepó a 39% desde 1994 a 2001.
La producción agrícola estadounidense es decisiva en las importaciones mexicanas, y represento 85% del total en los 8 años posteriores a 1994. En ese período, las exportaciones agrícolas mexicanas alcanzaron a 97% del total de las importaciones estadounidenses.
A partir de 1996, las exportaciones agrícolas de México alcanzaron un valor de 6.000 millones de dólares anuales; y a pesar de ello, México ha experimentado un déficit significativo en el intercambio con Estados Unidos, que pasó de 756 millones de dólares anuales entre 1990 y 1993 a 1.250 millones de dólares a partir de 1994.
El tratado de libre comercio ha otorgado un fuerte impulso a las exportaciones agrícolas mexicanas, que pasaron de un promedio de 2.571 millones de dólares anuales entre 1990 y 1993 a 4.316 millones de dólares en el período 1994/2001. Esta tendencia al alza de las ventas externas fue guiada por las colocaciones de frutas y hortalizas, que crecieron 57% por año a partir de la vigencia del TLC en 1994.
La puesta en ejecución del TLC fue acompañada por la sanción en 1996 de una nueva ley agrícola en Estados Unidos (“Farm Bill”), que reorientó drásticamente la política del Departamento de Agricultura estadounidense (USDA, por sus siglas en inglés), que pasó de estar centrada en la regulación de los mercados y el control del sistema, a la promoción acelerada de la producción con destino a los mercados externos y en primer lugar a México.
Esto redujo el número de productores individuales, que disminuyeron en más de 50.000 en cuatro años, y amplió el tamaño y la capacidad de las grandes unidades productivas. El objetivo era colocar la prioridad en el abastecimiento de los mercados externos, ante todo los asiáticos.
Estas son las tendencias del agro mexicano, que está estrechamente vinculado a la coyuntura del enorme mercado de Estados Unidos.
Con información de Mundo Agropecuario
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