Guamúchil, Sinaloa.- Es David, pero no es rey. Aunque sí tiene estrella.
Hecho en Sinaloa y desarrollado en Baja California, el pícher David Gutiérrez Flores debutó esta temporada en la Liga Mexicana del Pacífico con el club Tomateros de Culiacán.
El pelotero nació el 18 de agosto, hace 24 años, en Guamúchil. Es hijo de David Gutiérrez Valles y Araceli Flores Armenta. Empezó a practicar el rey de los deportes a los 13, sólo como hobby. A los 15 incursionó en el beisbol profesional, al firmarlo la Academia de Adrián González, y recién cumplidos los 18 fue contratado por el club Olmecas de Tabasco de la Liga Mexicana de Beisbol, al cual aún pertenece.
Historia de un amor a primera vista.
Hijo de un apasionado del futbol, David jugaba desde chico lo mismo fut que basquet o voli y en la clase de educación física era diecero, pero no soñaba con ser deportista profesional.
El beisbol llegó a su vida una tarde cualquiera en el Parque Independencia, de Tijuana, la ciudad donde creció. Su padre los había llevado a él y a su hermana menor, Mary Celeste. En el campo de beisbol no se completaba un equipo de su categoría, 13 años, de la Liga Guaycura, por lo que el entrenador Urbano Hidalgo invitó a David a unirse.
“Ese día jugué. No bateé ni conecté hits, pero me gustó”, confiesa a Revista Puntualizando el nieto de don Agabo y doña Hilda, y de don David y doña Emérita, vecinos de Villa Benito Juárez (Tamazula Segundo).
Fue amor a primera vista. Se incorporó a ese equipo, de nombre Beep Beep, y dice, fue la peor temporada de su vida. “Me poncharon como 30 veces”. Y es que primero bateaba, pero después se dio cuenta que lo suyo era lanzar.
Para la siguiente temporada “me puse a entrenar con mi papá y una tía mía, y ese año me fue mejor”. Lo eligieron para la selección 14-15 años que participó en un campeonato nacional en Mazatlán.
En la Guaycurapermaneció hasta los 15 años. Luego cambió de liga y poco después, antes de cumplir los 16, lo firmó la Academia de Adrián González junto a otras promesas como Carlos Mendívil, Alexis Gabriel Portillo y Norberto Obeso; los primeros actualmente juegan con Mayos de Navojoa, y el tercero, con Naranjeros de Hermosillo.
El pícher que quiere volarse la barda.
Con sus 90 a 93 millas, David le tira al cielo.
Como todo beisbolista profesional, aspira a jugar en Grandes Ligas. Admira a los Azulejos de Toronto, de la Liga Americana, y los Gigantes de San Francisco, de la Nacional.
Le inspira el lanzador exgigante Tim Lincecum. “Veía videos de él y siempre me gustó su forma extraña de tirar”.
Ahora en su incursión en la LMP, David tiene como coach a Francisco Campos (el aún joven pero legendario “Pancho Ponches”) y eso es mucho decir. Además, es su manager Benjamín Gil, tijuanense que fuera parte de Rangers de Texas, Indios de Cleveland, Rockies de Colorado, entre otros equipos de la Gran Carpa.
En 1.89 metros de estatura y 105 kilogramos de peso caben todos los anhelos de David. Sin embargo, sabe que sus proyectos profesionales pueden concretarse o no, y que cuando se le niegan, siempre hay un porqué.
“Estaré en el beisbol hasta que Dios diga… Gracias a Él estoy aquí, y Él hace todo por algo”, afirma.
El día que no pudo cruzarse de brazos.
Esa fe no es gratuita. Dos lesiones en distintas épocas truncaron temporalmente sus sueños, pero en lugar de hacerlo desistir, lo obligaron a reflexionar.
Al año y medio de pertenecer a la Academia González, David se lastimó el codo derecho. De estar lanzando de 80-81 millas, ahora “no podía estirar ni flexionar el brazo, y me corrieron. Me agüité”, pero literalmente no podía cruzarse de brazos y siguió buscando oportunidades.
Así, dio con Víctor Durán. Este señor fue su entrenador y a veces patrocinador. “Él me ayudaba cuando ocupaba un guante, camisa o hasta tenis; lo único que pedía era que fuera disciplinado”, recuerda, con gratitud, el pelotero.
David entrenó intensamente un mes con Durán. Para el siguiente mes empezó a tirar poco a poco, hasta que alcanzó las 88-89 millas, y sin secuelas de la lesión.
En septiembre de 2011, a través de Raúl Cano, llegó el contrato con Olmecas de Tabasco de la liga mexicana de verano.
Ese potente brazo derecho, ahora recuperado y que cuida en extremo, en otro tiempo no le fue útil para defenderse del bullying en la primaria. “Yo era el patito feo: chapo, gordo y pelón, así que me zapeaban siempre”, narra, riendo.
Antes, solía tirar piedras para ver hasta dónde podía llegarlas. Ahora no. “Este brazo no lo desperdicio”, mucho menos en la cara de algún antiguo buleador.
La otra lesión fue en el hombro y también mermó su rendimiento. Las opciones eran operar o un tratamiento de 8 meses. Se decidió por lo segundo y al cabo de ese tiempo, inició temporada en la LMB. En esos meses, el sinaloense salió drafteado por Tomateros; hizo la pretemporada pero no recibió invitación para la campaña. Este año, sí.
La vida de un pelotero profesional.
David Gutiérrez es como los demás chicos de su edad: no se despega de su celular; le gusta la lasaña, pero más su novia, la tabasqueña Paola García Núñez; escucha música según su estado de ánimo: rock, rap, baladas, banda, aunque últimamente no niega la cruz de su parroquia y le ha dado por escuchar a La Casta, el grupo de muchachos de apellido Gutiérrez, de Tamazula Segundo, a quienes considera como sus primos.
Mas el beisbol, como todo rey, exige lealtad y sacrificios. David ha tenido que apartarse de su padre y hermana, quienes “son mi todo”, y que se quedaron en Tijuana; de familiares y amigos, y de la escuela.
Estudiaba la preparatoria cuando lo llamaron para ir a Tabasco, y su padre le leyó la cartilla: “Decide qué harás, y lo que elijas, tienes que hacerlo bien”. Escogió el beisbol.
“La universidad estará allí más adelante, cuando Dios diga que ya no más aquí; el beisbol no estará siempre”, piensa.
Un beisbolista profesional debe someterse a rigurosas jornadas en pretemporada para ganar un lugar en el equipo. Si lo consigue, en la campaña tiene que mantener el nivel y, sobre todo, los nervios de acero.
Gutiérrez debutó en la loma de Tomateros el domingo 29 de octubre en la novena entrada contra Navojoa, cotejo que los guindas perdieron 5-0. No obstante, después ha tenido mejores momentos.
Siempre, antes de salir al campo de juego, David respira profundo; toma, besa y acerca la pelota a su corazón. Doña blanca es su amiga y cómplice.
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