Debido a la creciente demanda de la stevia por parte de la industria alimentaria, empresas como la suiza Evolva recurren a la biología sintética para crear versiones químicas de la stevia, una práctica que universidades y ONG’s califican como biopiratería, denunció Juan Barboza, presidente de la Cámara Paraguaya de la Stevia.
La milenaria planta paraguaya cuyo nombre en guaraní significa “hierba dulce”, y no falta a la verdad, ya que su poder endulzante es 350 veces superior al de azúcar, pero no aporta calorías, no cubre la demanda internacional pese a que hoy ya se cultiva en China, Japón y otros países.
La stevia parece demasiado buena para ser real: posee virtudes antioxidantes, bactericidas, diuréticas y cicatrizantes. Pero, sobre todo, se ha confirmado como una poderosa aliada en la lucha contra la obesidad y la diabetes, dos crecientes flagelos de la salud mundial.
“Es un endulzante natural que puede ser parte de una dieta y de un estilo de vida saludables porque no contiene ni calorías ni carbohidratos, y por tanto, no afecta los niveles de azúcar en la sangre”, confirma Priscilla Samuel, directora del Instituto Global de la Stevia, en Oak Brook Illinois.
Estas bondades no han pasado desapercibidas para los gigantes del sector alimentario que endulzan con glucósidos de steviol (extracto de alta pureza derivado de las hojas de stevia gracias a un largo proceso químico) varios de sus productos.
Hasta los años 70, cuando la ciencia empezó a sospechar que algunos edulcorantes –como el ciclamato o la sacarina– podían ser cancerígenos y se dio a la tarea de buscar sustitutos, la stevia era una planta desconocida para la industria alimentaria mundial.
Pero Japón marcó un punto de inflexión en la internacionalización de la stevia y actualmente también se cultiva en India, Brasil, Argentina, Taiwán o México, entre otros países, pero la oferta no es capaz de satisfacer la demanda.
Con información de tierrafertil.com.mx
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