México.- Desde hace tiempo la corrupción, el narcotráfico y la violencia rondan las páginas de la literatura mexicana. Cada vez con más fuerza e insistencia, los narradores mexicanos han ido abordando este tema que, lamentablemente, es parte de la vida cotidiana. Llama la atención que a Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) le interese abordar esta clase de asuntos, no tan comunes en sus anteriores libros.
Serna se ocupa de contar la vida de Jesús Pastrana, un funcionario del gobierno de Morelos. Es inevitable que el protagonista termine aceptando dinero de Lauro Santoscoy, uno de los capos más buscados del crimen organizado. Por un lado, el político quiere ser honesto y darle al pueblo lo que se merece: gobernantes sinceros, lejos del narcotráfico, capaces de tomar decisiones en favor de todos. Sin embargo, no puede dar pasos estratégicos sin que los Culebros y los Teacuanes, lo dejen gobernar. Ya ha sido amenazado de muerte; no obstante, sigue dando motivos para que los hombres del crimen organizado se fijen en él.
Si en El miedo a los animales, el novelista se propone mostrar la cloaca de mentiras y sobornos en estrechos círculos de intelectuales, escritores y periodistas relacionados con la cultura, aquí apunta hacia problemas mayores como son el secuestro, la tortura, el soborno y la impunidad. Como ocurre cuando se ocupó del lodazal en la república de las letras, es posible distinguir nombres que se escapan de la ficción porque resultan ser sumamente conocidos. El lector emprenderá la labor de ubicar a los personajes que el autor prefiere otorgarles un nombre distinto y conservar sus características así como su leitmotiv que en la mayoría de los casos suele ser: “Yo me los chingo a todos”.
A la incertidumbre y al desasosiego político que vive Pastrana, se suma un fuerte romance que vive con Leslie, travesti que resultó ser hermano gemelo de Lauro Santoscoy. En varios personajes de Enrique Serna se presenta una situación similar: un hombre que tiene miedo de aceptar su homosexualidad. Cuando Pastrana era niño se dio cuenta que sentía una fuerte atracción por uno de sus compañeros de clase, un chico a quien nunca pudo defender para que los demás no se burlaran de él por ser afeminado. Pasaron los años, y ahora Pastrana se siente libre de elegir a quien amar, aunque dicho amor esté a punto de arruinarle su carrera política.
El humor, la ironía y la destreza narrativa suelen ser una constante en los libros de Serna. Con la aguda manera que tiene para exhibir distintos rostros de la forma de ser del mexicano, al abordar la narcopolítica parece contar un guión que ya todos conocemos, en donde la impunidad y la ilegalidad forjan un paraíso.
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